Fue una de las plantas, junto con el laurel o el olivo, más utilizada en los antiguos rituales por griegos y romanos. Dioscórides le dio el nombre de hierba sagrada y en la Edad Media se la conocía como nombre hierba de los ensalmos ya que se preparaba en hechizos y filtros de amor. La expresión coloquial “ir de verbena” deriva de la antigua costumbre de recolectar la planta en la noche de San Juan a fin de aumentar la eficacia de los ensalmos y conjuros.
Pertenece a la familia de las verbenáceas y existen unas ochenta especies, tan sólo la especie que se cita en este post es la que ha sido relativamente estudiada.
Es una especie muy extendida en Europa, Asia y África y crece en lugares que están resguardos del viento.
Florece en verano y se recolecta antes de que se hayan formado los frutos. La parte utilizada son las sumidades floridas.
Sus principales principios activos son un heterósido, verbenalósido, cuya hidrólisis proporciona la verbenalina y verbenina. Además, posee mucílagos, taninos y principios amargos.
Entre sus acciones estudiadas, destaca por tener un efecto sedante suave, parasimpaticomimético, antiespasmódico, analgésico y antiinflamatorio.
Indicado en tensión nerviosa, taquicardia, insomnio, migrañas, ansiedad. En gastroenteritis, cólicos digestivos, diarrea. También en dismenorrea, neuralgias, reumatismos y procesos inflamatorios respiratorios como faringitis, bronquitis, etc.
Vía externa, en forma de cataplasmas, se utiliza para hematomas, heridas y eczemas. En forma de enjuague, para estomatitis y afecciones de garganta. Y en forma de inhalación para afecciones respiratorias.
Contraindicada en embarazo y en hipotiroidismo (presenta una acción antitiroidea, bloqueando la acción de la TSH).
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