El silíceo es el segundo mineral más abundante en la tierra y se encuentra presente también en nuestro cuerpo, sobre todo abunda en el tejido conjuntivo y en las fibras elásticas de tendones, ligamentos, cartílagos y paredes arteriales; también, en piel y faneras.

Dentro del su aporte alimentario se encuentra ampliamente distribuido en los alimentos vegetales, siendo las mejores fuentes de obtención los cereales integrales, la levadura de cerveza, el germen de trigo, la alfalfa, las raíces comestibles y los germinados. En los suplementos dietéticos, el silicio se encuentra disponible en varias formas y fuentes diferentes, destacando las fuentes de obtención como el alga roja (Lithothamnium calcareum), la planta medicinal cola de caballo (Equisetum arvense) y el tallo de bambú (Bambusa vulgaris).

Entre sus funciones participa:

- En la formación del tejido conjuntivo: Interviene en la actividad de enzimas implicadas en la síntesis de colágeno y de la elastina y de los glucosaminglicanos que forman parte del tejido conectivo.

- En el sistema locomotor: Actúa como catalizador de la fijación del calcio al hueso. Además, por su implicación en la síntesis de colágeno, interviene en la formación de la matriz ósea inicial (permite aumentar la resistencia, elasticidad y densidad ósea). Y debido a su intervención en la formación de cartílago, es imprescindible para el desarrollo y conservación del tejido articular.

- En los vasos sanguíneos: Debido a su relación con la formación del tejido conjuntivo, es también necesario para mantener la elasticidad de los grandes vasos sanguíneos, arterias y venas. Con la edad, las arterias van reduciendo su contenido en silicio y se ha valorado su efecto como un preventivo de arteriosclerosis.

- En la regeneración celular: Se ha visto importante para la formación de nuevas células, en el mantenimiento de la elasticidad e hidratación de la piel, así como en la cicatrización de heridas.