La cistitis es la inflamación aguda o crónica de la mucosa vesical, ya sea de origen infeccioso o no, y es una de las causas más frecuente de las afecciones urinarias.

Es una incidencia mayor en la mujer que en el varón debido a la condición anatómica de su uretra (más corta), y el perfil de la persona afectada suele ser mujer joven (20-40 años) y activa sexualmente. Pese a ello, también puede afectar a los varones, especialmente a partir de los 65 años.

Las cistitis pueden producirse todo el año, pero en verano pueden ser muy frecuentes, sobre todo si estamos durante horas con el bañador puesto generando un ambiente húmedo, lo que genera un caldo de cultivo de bacterias (que pueden llegar a la mucosa vaginal y adherirse a las paredes del tracto genitourinario) y hongos. De hecho, la forma más frecuente de cistitis es la de origen infeccioso y los agentes causantes más habituales son las enterobacterias de la propia microbiota intestinal, principalmente Escherichia coli (alrededor del 70%).

Al igual que la flora intestinal, la flora urogenital y vaginal está compuesta por bacterias beneficiosas que protegen de las demás bacterias patógenas (específicamente tiene una elevada presencia de lactobacilos). De manera, que cuando el equilibrio de las bacterias beneficiosas se rompe y existe un estado de disbiosis, hay mayor incidencia en el sobrecrecimiento de patógenos y manifestación de la infección. Por ello, es muy importante la toma de probióticos para restaurar la flora de las bacterias beneficiosas y tratar los episodios de cistitis, evitando a la vez las cistitis de repetición y resolviendo en muchos casos el problema desde su origen.