Vitamina A o su precursor betacaroteno (provitamina A):

Juegan un papel muy importante en la hidratación y mantenimiento de piel y mucosas, que equivalen a la primera barrera de defensa contra los patógenos. Además ejercen una acción antioxidante. La vitamina A se encuentra en alimentos como el aceite de hígado de bacalao, la mantequilla y la yema de huevo. Aunque es más recomendable el consumo alimentos ricos en provitamina A (betacaroteno), procedente de los pigmentos liposolubles de los vegetales rojos, verdes y amarillos como: las zanahorias, espinacas, tomates, albaricoques, etc.

Vitamina D:

Regula la actividad de linfocitos T, células dendríticas y macrófagos, teniendo una acción antiinfecciosa y siendo útil en afecciones autoinmunes. Entre las fuentes naturales, el sol es la principal fuente de obtención de esta vitamina. Junto con la vitamina A, se halla en el aceite de hígado de bacalao y la mantequilla. Otra de sus fuentes más abundantes es el pescado azul.

Vitamina E:

Potente antioxidante que protege las células de defensa, por lo que prolonga y aumenta su capacidad inmunitaria. Aumenta la capacidad de los leucocitos para resistir las infecciones y la producción de anticuerpos. Abunda en los aceites vegetales de primera presión en frío, en especial el de germen de trigo, sésamo y oliva. También en el aguacate, las semillas y frutos oleaginosos sin tostar (lino, avellanas, almendras, sésamo…).

Vitamina C:

Gran antioxidante, protege, equilibra y aumenta la actividad de las defensas. Desarrolla una acción antiinfecciosa y antitóxica respecto de los químicos y toxinas. Al igual que tiene una acción inmunomoduladora, siendo útil en afecciones autoinmunes y alergias. Además, participa en la síntesis del colágeno que sirve para el mantenimiento de la salud de la piel y mucosas, elementos implicados en las barreras físicas de protección del organismo.

Se encuentra en todos los vegetales, en especial en los muy coloreados (rojos y verdes) de todas las frutas y verduras, sobre todo crudas. Destacan las frutas ácidas (grosellas, agrios, frambuesas, arándanos, fresas); frutas exóticas (kiwi, mango, guayaba) y las bayas de acerola y el escaramujo (fruto de la rosa silvestre). Y verduras como el pimiento, la coliflor o el perejil.